Alfonso Martínez de Lagrán Moraza – Graduado Social

Cuando paseamos por un bosque, vemos y disfrutamos del paraje que nos están brindando el conjunto de arboles de todas variedades que nos rodean. En verano gozamos del frescor que con sus hojas, al impedir el paso del sol, nos brinda su sombra. En invierno cuando están desnudos, igualmente disfrutamos al sentir el crujir de la hojarasca que pisamos. De todas formas sea la estación que sea pocos o muy pocos son capaces de diferenciar el tipo de árbol que tienen junto a él. Son simplemente arboles y como tales vamos a tratarles, unos mejor y otros peor pero que, en su conjunto, hacen el bosque del que disfrutamos.

Algo parecido puede ocurrirnos leyendo el artículo uno del Estatuto de los Trabajadores. Así pues allí nos indica lo siguiente: “La presente Ley será de aplicación a los trabajadores que voluntariamente presten sus servicios retribuidos por cuenta ajena y dentro del ámbito de organización y dirección de otra persona, física o jurídica, denominada empleador o empresario”.

Más adelante continua diciendo: “A los efectos de ésta Ley, serán empresarios …..”. Es pues importante recalcar que empresario y su definición del Estatuto es únicamente a los efectos de una Ley que, a primera vista, parece que es de aplicación exclusivamente a los trabajadores, pero que en la práctica es aplicable a las dos partes que componen las relaciones laborales. Cierto es que se trata de un Estatuto de los Trabajadores y de ahí, la definición de su ámbito de aplicación. (Cierto es que el Estatuto menciona al Empleador en el artículo 1 y posteriormente lo olvida al igual que se ha hecho en cualquier foro y en los medios).

Pues bien, a lo que quiero referirme en esta ocasión es que, aunque el Estatuto de los Trabajadores, defina igualmente al empleador y al empresario, al igual que lo hace el propio diccionario de la Real Academia, pues tampoco hace distingo alguno, a mi me pide el cuerpo que sí que hay diferencia y una diferencia abismal, al igual que la variedad de los arboles que conjuntamente conforman un bosque.

El término empresario, desde mi punto de vista, está mucho más ligado al inversor y al emprendedor de negocios que busca de una rentabilidad rápida abundante y segura. Para ello evidentemente, aparte de recursos económicos y materiales, emplea igualmente recursos humanos. Sin embrago, el empleador, aunque de unas características similares, puesto que igualmente utiliza recursos económicos, materiales y humanos, a diferencia de aquel, habitualmente, es un arriesgado que crea su propio puesto de trabajo y, cuando no llega por sí mismo a cubrir la demanda que se le requiere, da ocupación a trabajadores que colaboren con él, sin dejar en ningún momento de realizar su trabajo profesional, además de dirigir y organizar el trabajo de sus colaboradores o empleados.

Hay algo ante lo cual ambos son iguales, que es en la obligación del cumplimiento de las normas laborales y de seguridad social, así como de las tributarias, mercantiles, etc., pero no es menos cierto que, la vigilancia del cumplimiento de dichas normas, se siente como si fuera más rigurosa con los empleadores que con los empresarios. La vigilancia del cumplimiento de las normas, con los empleadores, hace sentir a estos que es implacable y sin embargo con los empresarios parece más permisiva haciéndola menos dificultosa, quizá por la propia repercusión económica que pudiera tener un “mosqueo” de un empresario.

De todas las crisis que hemos ido saliendo, la conclusión que se saca o, al menos, así es a mi entender, que quedan menos empresarios y aparecen más empleadores. ¿Alguien recuerda la definición que existía por allí por los 70 de pequeña empresa, mediana empresa y gran empresa?. Pues en aquellos años podíamos definir a muchas como Gran Empresa, muchísimas como Mediana Empresa y muy poquitas como Pequeña Empresa. Paso la crisis de los años 80 en los que desaparecieron muchas Grandes Empresas y nacieron muchas Pequeñas. Pasó la crisis del primer quinquenio de los 90 y desaparecieron muchas Medianas Empresas y nacieron de nuevo Pequeñas Empresas; ha sido tal éste cambio, que desde el 95 hasta la actualidad, la economía ha sido sostenida por la Pequeña Empresa, es decir por los que a mí me da en llamar empleadores.

Hemos vivido unos largos años de bonanza económica, tanto a la sombra de los empresarios como de los empleadores y hemos disfrutado de esa sombra que nos han brindado durante su verano. Pero ha llegado el crudo invierno y, mientras hemos visto como los empresarios que, dado que su objetivo de obtener una rápida recuperación de su inversión, se tambalean, han retirado de la circulación aquellos medios materiales, económicos y humanos que utilizaron, dejando que la hoja seca caiga desparramada por el bosque y que, además, ha traído como consecuencia que los empleadores se vean igualmente afectados por aquella desbandada. Pero éstos últimos aún siguen luchando por mantener lo que con sus manos han creado, pues no olvidemos por lo que empezaron, que era, sin duda, por la creación de su propio puesto de trabajo y que, a su vez, han generado otros que igualmente se pelean por mantener y, en consecuencia, se mantienen como hoja marchita en la rama aferrándose a ella para no caer y mezclarse con esa hoja seca caída la que, con nuestros pasos hacemos crujir de igual manera, con independencia de la variedad del árbol del que se ha desprendido.

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Elisa González

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